«No estoy sorprendido de lo que aporta Asensio. Es un fenómeno, pero hay que dejarlo tranquilo porque todavía puede mejorar muchísimo. Todo tiene que ir con tranquilidad». Esta aseveración de Zinedine Zidane podría corresponder a los instantes posteriores al triunfo del sábado del Real Madrid en el feudo del Huesca, pero se produjo en septiembre de 2018. Y es que al fino mediapunta se le sigue esperando de forma permanente. Estaba ahí pero no terminaba de dar el estirón. Las esperanzadoras proclamas del técnico marsellés se encadenan sin temor. Ni siquiera las lesiones han mermado la confianza en el talento del chaval.
«Él tiene que ser humilde. Se puede hablar de él muy bien pero lo importante es que tiene la cabeza fría», añadía entonces el entrenador, consciente de que el niño debía progresar sin prisas pero sin tregua para construir una base sólida y asumir galones en un futuro próximo. Ese porvenir es hoy, precipitado por las últimas urgencias. Las lesiones de Hazard y Sergio Ramos, ya en las cercanías del retorno de la Champions, obligan al mallorquín a asumir responsabilidades.
Ese rol de liderazgo lo desempeñó en la remontada del Alcoraz. Marco Asensio, ante el equipo de Pacheta, se desprendió de gestos indulgentes, reclamó la pelota, dribló con sentido, disparó y contragolpeó con verticalidad. En el tramo final del partido encaró con osadía y mostró esas gotas de calidad que le convierten en un jugador distinto. Zidane, satisfecho por el rendimiento del equipo, le elogió, pero también le exigió valentía: «Todos estamos contentos con él, sabemos qué jugador es. Le pido que siga jugando de esta manera».