No da un paso adelante la Real sin que le siga uno atrás. Le está costado despertar del largo confinamiento y, con cuatro derrotas, ha visto desaparecer el colchón de puntos que les mantenía en puestos nobles. Era obligado espabilar para no descolgarse también de la Europa League y, si la victoria ante el Espanyol fue el chasquido para abrir los ojos , tocaba alzarse y apretar el paso en La Nucía. Había tiempo para todo, pero del improvisado hogar del Levante nadie sale sin sufrir. No baja los brazos el equipo de Paco López pese a saberse salvado. Quieren darse el capricho de soñar en esta locura de campeonato que les puede dejar entre los diez primeros y lo pelea hasta el último suspiro. [Narración y estadística]
La espuela de Isak escoró el partido muy rápido. El sueco sorprendió a Clerc alzando la pierna para empujar la décima asistencia de Oyarzabal al fondo de la portería de Aitor. Tenían los donostiarras la pelota, pero eso es algo que al Levante no le agobia. Sabe jugar sin ella y, cuando la roba, puede ser letal. Eso fue lo que hizo Rochina para poner un balón larguísimo a la carrera de Morales. No falla el Comandante y, en cuatro minutos, volvió a poner calma, al menos en el marcador, porque las ocasiones caían solo de un lado. No acertó Portu en un mano a mano con Aitor que le regaló Isak con un pase filtrado al punto de penalti. Tampoco Odegaard, que remató sin fe a las manos del meta granota.
Arriesgó Alguacil a la vuelta del vestuario buscando mantener el golpeo al rival sin ser víctima de sus propios errores. Su equipo no lo digirió bien. El Levante, poco a poco, fue ganando metros, construyendo con pausa y poniendo en aprietos a la zaga modificada de la Real, que de intentar defender con tres pasó a hacerlo con cinco rodeando a Moyà. Son los granotas especialistas en oler el miedo y Paco López lo leyó en la maniobra del banquillo rival. Para entonces el partido ya iba perdiendo gas.