Ya sabía Quique Setién por boca de su presidente, Josep Maria Bartomeu, que continuaría la próxima temporada como entrenador del Barcelona. Sin tener en cuenta el desenlace de la Liga. Así se lo comunicó el mandatario, acompañado de sus adláteres de la parcela deportiva, en aquella visita de la pasada semana a su domicilio. Pero estaba esperando Setién algo más. Concretamente, a que esa proclama la hiciera pública el propio Bartomeu. Llegaría entonces el momento de reivindicar un trabajo discutido. Y de sacar pecho ante lo que él define como un «circo».
Bartomeu, un día después de ordenar a dos empleados del club que dieran las primeras explicaciones ante la prensa sobre la auditoría del Barçagate, dio por fin la cara este martes en entrevistas a RAC1 y Catalunya Ràdio. El presidente del Barcelona, que no hizo más que abundar en la idea de que no había rastro de corrupción en un caso ya judicializado, alzó la voz cuando le preguntaron por el futuro de Setién: «Evidentemente que continuará. Estoy suficientemente contento de la evolución del equipo, y en los dos últimos partidos se ha visto ya el carácter de Setién».
Unas horas después, el entrenador del Barcelona llegaba a la sala de prensa de la Ciutat Esportiva Joan Gamper seguro de que ya estaba en disposición de dar rienda a suelta a todos esos pensamientos que se le venían amontonando en los últimos tiempos. Especialmente después de ver cómo las críticas hacia su gestión arreciaban. No sólo por haber cedido tres empates (Sevilla, Celta y Atlético) que le han alejado a cuatro puntos del Real Madrid. Sino por el tumulto creado en la caseta después del empate en Balaídos y la poca predisposición mostrada por sus jugadores a atender al asistente del entrenador, Eder Sarabia.