La Liga avanza a ritmo de thriller hacia un desenlace cargado de atractivos, salvo por la capitulación del Barça, que a sus escasísimas opciones añadió la vergüenza con una derrota en el Camp Nou ante el Celta. A Koeman no le acompañaron sus futbolistas en su acto de reivindicación, mientras que a Zidane le suplicaron que no se vaya mientras se secaban el poco sudor que les queda tras ganar en San Mamés. Simeone no necesita lo uno ni lo otro. Es el amo del Atlético, el dueño de su corazón, aunque someterlo a semejantes taquicardias es una temeridad.
Mantuvo el estandarte el Atlético, con dos puntos de ventaja sobre el vecino a falta de una jornada, después de fallar lo indecible, maldecir al VAR y ver cómo se adelantaba Osasuna. Luis Suárez regresó para el gol en el momento justo. Ahí lo necesitará en Valladolid, donde la única prueba de vida local pasa por impedir el alirón rojiblanco. ¿Quién da más?
La ventaja de los de Simeone son dos puntos, pero el empate no le serviría, siempre que el Madrid gane su partido ante el Villarreal, porque el desempate en igualdad beneficia a los de Zidane, mejor en los enfrentamientos directos. La necesidad, pues, simplifica el planteamiento rojiblanco: a fuego. El problema no es la producción, que frente a Osasuna fue suficiente, sino la definición.