Al Atlético le tocó pasar un mal rato frente al Athletic para recuperar lo que consideraba que era suyo. Esos tres puntos congelados en enero por Filomena, con los que había fantaseado cuando el Barça y el Real Madrid le han echado el aliento, son ya una realidad. Para agarrarlos con las dos manos le tocó levantar un partido que, por momentos, pareció lejos de su alcance. Entre Llorente y Suárez, la pareja de oro rojiblanca, remontaron el zarpazo inicial de Muniain (2-1) y acostaron al líder sobre un colchón bastante más mullido.
Y es que el Atlético se presentó algo aturdido a esa cita clave en la que debía actualizar definitivamente sus cuentas. Como si aún brotara algo de sangre de la puñalada a última hora de Benzema, en el derbi que se había vivido tres días atrás sobre esa misma hierba. Entre la apatía rojiblanca y el colmillo del Athletic, el líder permaneció un buen rato atrapado en esa jaula de cristal que había ideado Marcelino. Gritaba Oblak. Le secundaba Savic. Bramaba Hermoso. Maldecía Suárez. Pero los de Simeone eran incapaces de dar respuesta al doble finalista de Copa, que por algo lo es. La pelota y las ganas, durante casi todo el primer acto, fueron patrimonio del conjunto vasco, donde Muniain hilvanaba todo lo que Joao Félix, en la otra trinchera, era incapaz de conectar. Era difícil saber cuál de los dos jugaba en casa, más allá del uniforme gris del visitante.
«Está claro que sin voluntad, el talento no alcanza», había susurrado en la previa Simeone, apuntando en dirección a Joao, que volvió a ser titular. Que permaneció durante más de una hora (hasta que Correa ocupó su lugar) perdido entre la intrascendencia. No sólo ofensiva sino también defensiva. La presión con la mirada nunca suele ser efectiva. Así que el Athletic, que salía airoso de cualquier intento rojiblanco de cerrarle el paso, acabó rasgando el rostro del Atlético con un zarpazo de Muniain. Aquella sobrenatural solidez defensiva del líder parece cosa del pasado. El caso es que Iñaki Williams, siempre buscando la espalda de los centrales, acabó encontrando a su compañero en el corazón del área y éste, con un disparo atropellado pero letal, engañó a Oblak y dio otro buen tirón de orejas al líder.